Nunca somos conscientes de dónde
se encuentra el día en el que todo cambia. Aquel, en el que las sombras en las
que nos hallamos metidos de una forma perenne desparecen de repente y todo se
convierte en luz. Sombras y luz, vida y renuncia, miedo y misterio se agolpan
en nuestras biografías hasta que algo cambia y ese muro de contención que nos
mantenía ciegos se derrumba. Entonces, nuestra mirada hacia el mundo se vuelve
otra, como si acabásemos de nacer mucho tiempo después de salir del vientre de
nuestra madre. Esa especie de nuevo alumbramiento resulta mágico si viene
acompañado de los libros. Libros como forma de vida, como medicina que cura el
cuerpo y el alma, como alimento a un estómago hambriento pero a la vez
agradecido. Ese amor infinito por los libros y la literatura es con el que Christopher
Morley impregna cada hoja de esta pequeña joya literaria. Ese Quijote
americano que es Roger Mifflin es una fuente inagotable de dicha ante los
contratiempos, ese foco de luz que todos necesitamos en nuestras vidas, y en el
que el narrador deposita la varita mágica de los sueños. Nadie que comience a
leer La
librería ambulante podrá dejar de soñar y sentirse bien consigo mismo,
pues en esa gran capacidad evocadora y de ensoñación que nos proponer el
narrador uno llega a ser feliz. Feliz porque sabe que otro mundo es posible.
Feliz porque no hay nada mejor que regalar al prójimo un poco de vida a través
de los libros. Y eso es lo que hace Mifflin con su Parnaso, iluminar a esa América profunda donde como un microcosmos
del mundo descansa y se dibuja lo mejor y lo peor del ser humano. Mifflin
es ese gran maestro de ceremonias de esta gran aventura entorno al
mundo de los libros, cuyo contrapeso magistral y único encuentra su ser en Helen
McGill, que representa como nadie la bondad de las gentes sencillas que
a su vez poseen un gran potencial dentro de sí mismas, los que las convierten
en la mejor versión del todo es posible. Helen es esa especie de asidero que
toda aventura precisa para seguir adelante y llegar a buen puerto, y de ese
modo, se convierte en la heroína que toda novela de aventuras debe de tener.
Con una sencillez apabullante, pero con una precisión de gran maestro, Christopher
Morley nos hace reír y soñar como a niños, y se divierte con nosotros y
nos traslada a esas rendijas del alma humana que nos hacen concebir la vida
como algo único y maravilloso. Sencillamente genial.
La librería ambulante es
un libro optimista, preñado de grandes momentos, de ternura y de esa capacidad
de fascinación que nos hace sentir libres, porque no existe una mayor libertad
que aquella que nos proporciona la lectura de un buen libro. A modo de ejemplo,
un extracto de este particular e ingenioso viaje a lo largo de la vida con los
libros como mejor compañía, para comprobarlo: "cuando le vendes un libro a alguien, no solamente le estás
vendiendo doce onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida
totalmente nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. En un
libro cabe todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero
decir". No cabe una mayor verdad en tan pocas palabras, y mayor
acierto que el del señor Christopher Morley cuando nos
retrata un mundo donde los verdaderos valores, esos que hoy en día están tan en
desuso, son el mejor compañero de viaje para, junto a un buen cargamento de
libros, lanzarnos libres y sin miedo hacia la conquista del horizonte que, de
una forma caprichosa, se aleja de nosotros cada vez que nos acercamos a él.
Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario