Esta vez no hay un abismo al
final de la escapada, porque el viento sonoro de Reikiavik no nos
transmite esa necesidad de saltar al vacío que últimamente está tan de moda. Eso
sí, el grupo madrileño aprovechó su puesta de largo en la Sala El Sol de Madrid
para exponernos a través de sus canciones su necesidad de llegar a ser
inmortales. Perdidos en las partituras de los grupos anglosajones, atropellaron
nuestros sentidos con un gran eco plagado de brillos que salían de sus
guitarras que, ahora sí, sonaron perfectas, mágicas y con una resonancia digna
de admiración. La música de Reikiavik, en ocasiones, no es fácil
de asimilar a la primera, pero esa dificultad viene del encaje en las cuerdas
de sus guitarras que, sin embargo, cuando aúnan sus fuerzas, incendian el escenario
y nos retrotraen a otros tiempos que para nosotros fueron épicos, pues Raúl,
a veces, nos recordó a ese The Edge ensimismado sobre el mástil
de su guitarra. Trece razones, trece, como diría el maestro Julio
Ruiz, fueron las esgrimidas por Reikiavik sobre el escenario de la Sala El Sol para llenarnos de certezas
sobre la evolución que el grupo ha experimentado en los últimos meses, y que
quedaron plasmadas cuando pudimos comprobar esa búsqueda más personal de su
música, donde las influencias anteriores siguen presentes, pero diluyéndose en
pos de una propuesta que, a día de hoy, pocos grupos del indie patrio pueden
presumir de tener, pues el éxito vertiginoso de algunos grupos les hacen perder
la perspectiva global del bosque. De ahí, que no nos venga nada mal retirarnos
un poco de ese bullicio para sentarnos a escuchar como se merecen a Reikiavik,
pues se reinventan con melodías ahora en desuso, y lo hacen con ese juego de
guitarras contundentes en un tono muy eléctrico y marcadamente anglosajón. Un
ejemplo de ello fue Luna, que fusionaron
con Plan de despedida 1, donde de
nuevo las guitarras chillaron sin miedo, y lo hicieron con una garra que se
incrustó en lo más profundo de nuestros oídos.
Con Aquellas calles se apaciguó un poco el ritmo, pero a la vez se
intensificaron esas sensaciones de contar historias en las que la batería ganó
fuerza y les sostuvo el diálogo a las guitarras, que se resonaron en un fondo
que se coló en nuestros sentidos para decirnos que aquello que veíamos era tan
cierto como real, y no un sueño; una sensación, sin duda, acentuada por los
coros. ¡Hola, Madrid! fue el primer grito de guerra de Javi, que continuó con
un: ¿qué tal estáis? Llovía por aquí (en referencia al aguacero que cayó sobre
Madrid instantes antes). Muchas gracias por venir. Somos Reikiavik y presentamos
nuestro primer disco. Y a partir de ahí, las guitarras derraparon al tocar el tema
Tú el dictador y yo el revólver que,
desde su inicio, nos visualiza mucho a The Charlatans, con ese toque
psicodélico atenuado que caracterizó al sonido Madchester, hasta que se inicia ese
bucle sobre una forma de hacer y sentir la música que nos devuelve a las Islas
Británicas, y en donde Javi se pone a los teclados para deleitarnos
con un muy buen final. Después del subidón, Reikiavik se tornan más
pausados con Partículas de mí, y se
despojan del sonido anterior, aunque las guitarras triunfan de nuevo y nos
devuelven a esa intensidad que ya los define. Y qué mejor que tocar Sombras para devolvernos a los tiempos
donde Cocteau Twins eran los reyes del dream pop, y con ellos, convertir a la Sala el Sol en una oda de la
melancolía rediseñada por Reikiavik con sombras de un medio
tiempo envolvente que se sumerge en la tibieza asincopada de la nostalgia
evanescente, que nos lleva a perdernos en una atmósfera de recuerdos. Recuerdos
que prosiguen en Septiembre, pero
esta vez de las últimas tardes de verano, esas que propician tantas creaciones
artísticas. Aquí, el inicio de las guitarras nos rasgan el corazón, muy bien
acompañadas con las palmas del público que se nota que le gusta la canción y la
conoce, lo que no es de extrañar, por esas reverberaciones de inmortalidad que
solo poseen la juventud y los versos de nuestra niñez.
Habitaciones de juegos contó con un gran inicio, en el que Reikiavik
sonaron mucho más contundentes y reforzados bajo el sonido de una batería que
les da mucho fondo. Sonidos de pre-emergencia con ecos de U2 recorriendo las
cuerdas de las guitarras del grupo, a las que saben sacarle muy buen partido,
capturando un tipo de sonido pletórico de una musicalidad más épica y que la
convirtió en una de las canciones de la noche. Con Acróbata, y Javi a los teclados, se inició un
ligero valle en el sonido del grupo, que atacó varios temas seguidos más
plácidamente tranquilos, pero no por ello menos interesantes, pues cargaron de
mucha atmósfera la sala de conciertos. Una vibración que nos llevó hasta esa
sensación tan especial de Acróbata
cuando Javi canta eso de: "solo
soy un acróbata, y tú un tropieza emocional". Cápsula incide con Javi a los teclados, lo que retrasa es
esperada ascensión a los cielos, pero que se hace esperar con una evanescencia
sonora a la que se une un oh, oh, oh
de Javi,
en una especie de preludio de algo que nunca llega, pues la canción prosigue en
esa atemporalidad de las no razones que nunca estallan. El regreso al sonido Madchester
lo protagoniza Abismo, cuando creemos
ver a The Charlatans sobre el escenario y la potencia de sus guitarras:
"necesito verte una vez más, una vez
más...", en un tono sonoro parecido al del tema anterior.
Daño universal es la excusa perfecta para romper el ritmo del
concierto y presentar a la banda y su manager, y que al terminar, nos hace
testigos de esas resonancias propias de Reikiavik a la hora de afrontar uno
de sus hits. Sonido acelerado, intenso y eléctrico que nos tele transporta al
infinito, hasta que bajan muy a lo Cocteau Twins con unas guitarras que
se funden con ese vacío que nos desgarra en nuestra vida diaria, pero que se
vuelve a romper para tocar a arrebato. Salto
mortal es la décimo tercera razón de ser inmortal por parte de Reikiavik,
que más anglosajones que nunca nos proponen eso de: "todos a botar". A partir de ahí, las guitarras se
rebelan, creando un ambiente pleno de matices psicodélicos en un perfecto fin
de concierto que, cuando parece que ya se va a acabar, se engancha en una
interminable refriega instrumental al mejor estilo de las bandas del otro lado del
canal de La Mancha.
Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario