Nada más llegar a la ciudad de
Ávila, una ensoñación romántica en forma de murallas iluminadas en la noche,
parecía decirnos que estábamos en un lugar de otro tiempo, de otra época,
quizá, como si el caprichoso destino nos hubiese trasladado en un eje de
coordenadas distinto, haciéndonos regresar a los orígenes de nuestra existencia,
a la esencia de la vida. Hacía muchos años que no depositaba mis pies en la
capital de la provincia que me vio nacer un lejano 5 de septiembre de 1964 en
un pequeño pueblecito del valle del Tiétar llamado Piedralaves; una circunstancia
que también fue dirigida por el caprichoso destino y la voluntad de un madre que
quiso dar a luz a su primer hijo rodeada de los suyos, en una habitación oscura
y cerca de una cocina, de esas donde el fuego se prepara en el suelo y el agua
se calienta en grandes ollas. Un hecho este que no recuerdo, por supuesto, pero
que mi imaginación literaria siempre me lleva a comparar con el nacimiento que Albert
Camus relata en su última novela, inconclusa, El primer hombre, es
decir, el suyo propio. Convirtiéndose esta coincidencia, en una más, de las que
el destino ha querido que me unan con el gran escritor francés. Ese tiempo que
nos devora sin darnos cuenta, ayer quiso que, de nuevo, se nos iluminaran los ojos
como a los niños pequeños cuando esperan sus regalos de Reyes, porque nada más
llegar a la ciudad de las murallas, su iluminación nocturna y navideña, nos
hizo pensar que estábamos dentro de un perfecto cuento de hadas. El árbol de
luces verdes que iluminaba el maravilloso patio que da acceso a la Biblioteca
Pública de Ávila así nos hizo sentir, con la ilusión de la primera vez.
Lo primero que tengo que decir es
que da gusto compartir experiencias y trabajar con personas como Lola López
Contreras, una gran periodista y activista cultural abulense que nos
encandiló a todos, primero con su voz, y luego con la magia de sus palabras y
su forma, tan acertada, para mí, de entender la novela Los últimos pasos de John Keats;
todo un lujo, la verdad. Gracias a ella, el acto tuvo una cobertura informativa
de la que un servidor nunca ha disfrutado: prensa, radio y televisión, se
concitaron entorno a la figura del poeta y de la editorial Playa de Ákaba de una
forma inusitada. Si digo esto, es porque ayer había dos actos culturales más programados
a la misma hora en una ciudad pequeña como Ávila, lo que sin embargo, no fue
óbice para que el estupendo salón de actos de la Biblioteca Pública de Ávila
(quiero aprovechar para darle las gracias a su Director, Jesús Ángel Clerencia,
por la acogida y el cariño que nos dispensó) estuviese casi lleno. Pero como
digo, esa coincidencia de otros actos literarios y culturales no disminuyeron
el interés por esta novela que narra los tres últimos meses de la vida del poeta
británico en la ciudad de Roma. Según nos confirmó Gema, la librera de
Librería Letras, allí se dieron cita las fuerza vivas de la ciudad, y aparte de
los tres hermanos Paradinas Brockmann que vinieron desde Salamanca (José
Guillermo), Valladolid (Antonio) o la propia Ávila (Javier)
con sus respectivas familias, también acudieron a la cita, la concejala de Cultura
del Ayuntamiento de Ávila, la Directora del Museo Provincial, el propio Director
de la Biblioteca Pública de Ávila y el cronista oficial de la ciudad de Ávila.
Todo un lujo de público que quisieron compartir con nosotros el estreno de John
Keats en Ávila, con el que ahora podemos decir que se ha cerrado el
círculo entorno a la rama española de los Keats. Un merecido homenaje y una espina
que, al menos en parte, se han podido sacar la familia Paradinas Brockmann,
al poder conjugar la memoria de su ilustre antepasado con esa llama literaria
que ellos siguen manteniendo a lo largo de los años. Yo, al menos, lo entendí
así, tal y como manifesté al inicio de la presentación, pues para mí, el acto
de ayer fue un tributo a ese esfuerzo desinteresado por mantener viva la figura
del poeta británico en España. En este sentido, siempre me hago la misma
pregunta: ¿qué ocurriría si en vez de hablar de la relación entre Keats
y España fuese, por ejemplo, entre Lorca e Inglaterra?
A modo de resumen, os dejo mi
respuesta a la pregunta que me hizo Lola acerca de la reflexión que hace Keats en
Roma: “la falta de fe me hace estar destinado a sufrir cada tormento de este
mundo, incluso a no tener consuelo en mi lecho de muerte” ¿Piensa Ángel Silvelo
que con fe este trance es más sencillo?
En el mundo en el que estamos y
en la vida que llevamos, nos programan cada día para pensar que somos
inmortales —esa es una de las muchas trampas de la sociedad de consumo—.
Ninguno de nosotros pensamos que mañana nos podemos morir, sin embargo, la
muerte está ahí y nadie nos vamos a salvar de ella. Uno de los mensajes de esta
novela es esa capacidad heroica del poeta; un hombre joven que, arruinado y
lejos de su familia y de su amada, es capaz de hacer frente a su destino de una
manera admirable. Su entereza, su dignidad y esa fuerza interior que yo le he
dado al personaje creo que nos ayudarían a afrontar la idea de la muerte de una
forma distinta. De hecho, varias personas que han leído la novela y estaban
pasando malos momentos de salud propios o de familiares cercanos, me han
hablado de esa calma y de esa luz al final del túnel que transmite mi visión de
los tres últimos meses de la vida del poeta John Keats.
En este
sentido, yo siempre digo que la lectura de esta novela es como una barca que
navega por las tranquilas aguas de un lago una noche de verano. Donde nada ni
nadie la empuja, pero ella sola sabe llegar a su destino que, para unos, será
un embarcadero, y para otros, simplemente una playa. Así acaba esta novela,
disfrazada tras la nebulosa de una paz infinita, donde el silencio representa
la
libertad que solo nos puede dar la otra vida.
Dicho esto, el primer síntoma de
que ayer iba a ser un día especial ya lo tuve nada más entrar a la Biblioteca,
donde en una mesa, en el acceso al salón de actos, estaban expuestos todos los
libros que acerca de Keats y su obra estaban en el
catálogo de la BPA. Ver Los últimos pasos de John Keats (Playa
de Ákaba, 2014), entre otros, junto al libro de Cortázar o al de Juan
Carlos Mestre, me produjo una subida de adrenalina importante, pues el
hecho de que ya lo tuviesen catalogado me hice sentir que formaba parte de la
larga intrahistoria de uno de los grandes de la literatura universal. Una
emoción que continuó cuando uno iba comprobando, para mi propio asombro, el
interés que mi figura suscitaba entre los asistentes que iban llegando, canal
de televisión de Castilla y León, incluido. El resto quedará en la memoria de
los que allí nos dimos cita alrededor de la figura de un héroe de la literatura
con mayúsculas: JOHN KEATS.
Ángel Silvelo Gabriel.
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