Los Cinco de Murcia han
desentrañado las coordenadas de su nuevo disco en forma de huida... una huida
sustentada en el miedo a la rutina y al encasillamiento de fórmulas que siempre
nos llevan a un mismo lugar. En algún momento de nuestras vidas hay que huir
hasta de nosotros mismos, para de esa forma, superar nuestros propios miedos y
deshacernos de la duda que muchas veces nos acecha como una sombra de la que no
podemos despojarnos. Second lo han conseguido a través de
ritmos endiablados y envolventes que, en unas ocasiones, nos invitan a subirnos
a una pista de baile en forma de montaña rusa, y en otras, nos tele transportan
a un mundo muy lejano, en el que las colisiones son de amor o desamor, y donde
el frío te convierte en un ser cibernético. Una propuesta que sin duda trata de
visualizar un futuro lejos de este planeta; un planeta que nos oprime y del que
tan sólo nos podemos liberar quitándonos la careta del día a día con valentía, para
así, afrontar nuestra propia desnudez delante de un espejo, y una vez despojados
de nuestros ridículos prejuicios, mirarnos sin miedo para vernos tal y como
somos. En esa especie de catarsis, Second nos presentan once canciones
en las que podemos apreciar el lado más salvaje del brit-pop español en forma
de caramelos envenenados que nos proporcionan altas dosis de supervivencia para
afrontar con más vigor los nuevos días que están por llegar.
Los Cinco de Murcia no
son ajenos a los tiempos que nos toca vivir, y la propuesta que nos lanzan es
un viaje futurista y cibernético pletórico de ritmo; una invitación a la que el
grupo nos llevan de la mano hasta una pista de baile infinita, a la que todos
podemos subirnos y desde la que todos podemos compartir sensaciones que
entrelazan los sentimientos más universales del ser humano: amor, miedo, odio,
felicidad... Second parecen dispuestos a universalizar su música y su sonido
con canciones que nos incitan a saltar hasta un espacio sideral en el que poder
disfrutar de lo mejor de la vida. Optimistas, pero con mensaje, Second
nos arrebatan las desgastadas neuronas de nuestro cerebro para decirnos que la
vida hay que vivirla, aunque sea en el año 2502. Unos tiempos de cambio que, en
esencia, son secondianos al máximo a poco que nos paremos a escuchar cada uno
de los cortes del disco con atención. En este sentido, Montaña rusa comienza con
el tema 2502, primer single y
videoclip oficial que ya desde un principio arremete contra nosotros en forma
de radio mal sintonizada, pero que enseguida despliega todas sus armas con unas
ondas cibernéticas de mundos sin temblor. Aquí estamos ante la versión más
futurista del grupo, que no de su música, pues el mensaje existencial en forma
de imágenes de otro tiempo, se compaginan con lo que podríamos denominar la
base común de la música de este disco, donde el bajo de Nando Robles tiene una
mayor presencia, y las guitarras de Jorge Guirao y Javi Box ya no
planean sino que caen en picado en estructuras entrecortadas que nos meten en
ritmos con secuencias endiabladas. Las tendencias altamente rítmicas prosiguen
en Las serpientes, donde una vez más
el bajo y los teclados juegan un papel sobresaliente sin desdeñar la influencia
de unas guitarras que también están muy presentes. Espasmos bailables son los
que engendran esta canción, si bien, ahora disfrutamos con melodías plenamente
ochenteras de marcado carácter anglosajón fusionadas con el estilo más
secondiano posible, en el que los ritmos eléctricos y entrecortados al modo más
trepidante e imaginable van a hacer las delicias de los más profusamente
bailones en sus conciertos. Una estela de sonidos anglosajones (U2,
en concreto) que tampoco abandonan en Extenuación
(a pesar de que el disco haya sido grabado en Los Ángeles bajo la batuta de Sebastian
Krys), que ha dotado al disco de ese sonido tan envolvente que lo
encierra en una espiral que parece que nunca tiene fin, y que ya veremos cómo la
afronta el grupo cuando lleven los temas al directo. Algo sí nos queda claro ya
en este tercer corte del disco: la inmediatez es una virtud.
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