El tiempo nunca pasa en balde, y
en esta ocasión, a Sergi Pámies le pesa, porque en Canciones de amor y de lluvia,
el tiempo narrativo se comporta como un caprichoso hilo conductor de la
memoria, donde las palabras nos llegan cargadas con balas de un plomo adicto a
la nostalgia y la melancolía y, donde una vez más, cuenta tanto lo que se nos
muestra como lo que se nos oculta. Echar la vista atrás y recordar, ahora es un
ejercicio maldito porque se muestra como un arma de doble filo, en el que los
recuerdos cuando son transportados al presente no siempre representan aquello
que verdaderamente fueron. Ahí, por cierto, es donde entran en juego las armas
de un escritor que, en el caso de Pámies, es el de un narrador
experimentado que sabe manejar muy bien sus bazas a la hora de mostrarnos
aquello que le ronda por la cabeza de su universo creativo, aunque en esta
colección de relatos (o quizá habría que decir de microrrelatos por el gran
número de ellos que apenas alcanza la extensión de un folio), muchos de ellos se
visten de la mejor ironía y de un cierto distanciamiento por parte del autor
que, si bien juega en ellos con elementos autobiográficos junto con otros de
ficción (dejando al libre albedrío del lector la elección de unos y de otros),
denotan casi todos ellos una cierta lejanía de quien escribe con las historias que
relata, por muy cercanas que le resulten estas. Esa ironía a la que podríamos
tildar de provocadora, nos deja algo fríos, pues la prosa de Pámies
si de algo puede presumir hasta el momento es de una cercanía y una afectividad
arrolladoras, donde los elementos conmovedores junto a otros de tinte puramente
literarios, siempre nos habían dejado con ganas de más. Sin embargo, en Canciones
de amor y de lluvia, salvo en relatos como EL nicho, añoramos esa proximidad narrativa que, como una
enredadera, nos atrapa desde la primera palabra. Bien es verdad que el buen
hacer como narrador de Pámies aquí también está presente
desde la primera palabra en cada relato, y quizá esa sea un de las bazas con
las que juega a la hora de poner a prueba su técnica narrativa: la brevedad, como
pieza maestra donde solo queda lo esencial, pero acostumbrados como estábamos a
esos triples saltos mortales presentes en sus dos anteriores libros de relatos,
este se nos queda corto en todos los sentidos.
El leitmotiv de Canciones
de amor y de lluvia son precisamente las canciones que dan título a
diversos cuentos a lo largo del mismo: Primera, Segunda, Tercera, Cuarta y Última
canción, a modo de partes de un libro de relatos que condensan no solo su
memoria, sino la de toda una generación que, cada día más, asiste impertérrita
a la destrucción de un mundo que ya no es el suyo, como suyo tampoco fue el de
sus padres. Un mundo que derribó muros en el pasado y que los ha derribado en
el presente y que, como un gran campo sin flores, se queda árido hasta de sentimientos,
por lo que no es de extrañar que la ironía y la distancia fría y acróstica,
sean las nuevas señas de identidad de unos relatos en los predominan el
caprichoso hilo conductor de la memoria que, siempre es egoísta, y solo nos da
aquello que ella quiere.
Ángel Silvelo Gabriel.
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