Todos en algún momento de
nuestras vidas deseamos lo imposible, de ahí, que seamos víctimas de nuestro
propio deseo. El amor y su versión más dañina: los celos, le sirven a Shakespeare
para crear una tragicomedia de enredo con la que hacer reír y de paso aleccionar
a todos aquellos que disfrutaban con sus obras de teatro: populacho, nobles y
reyes. En este sentido, una vez más, la esencia del ser humano con todos sus
desaforados defectos se dan la mano en Un cuento de invierno que, en la
versión de Carlos Martínez-Abarca y bajo su propia dirección, se convierte
en una trágica y opaca obra de teatro en el primer acto; y en una divertida
comedia bufa en los siguientes, donde la luz y la bondad del ser humano salen
ganando, casi por goleada. Martínez-Abarca nos muestra un Shakespeare
adaptado a los nuevos tiempos, donde no faltan irreverentes reinterpretaciones
del texto original, pero que lejos de ser estas aberrantes, resultan graciosas
y divertidas, e incluso demoledoras con los tiempos que vivimos (quizá como
quiso hacer el propio dramaturgo inglés en su época), tornándose en este
sentido, como alumbradoras del oscurantismo que nos embarga. Valiente decisión
la del director, que no desdeña el resultado final de la adaptación, sino más
bien todo lo contrario. En este sentido, no deja de admirarnos el gesto de
heroísmo de todos aquellos que siguen manteniendo en pie, en una época como
esta, espacios escénicos de este tipo —Nave 73—, es decir, de los llamados
alternativos, pues su continuidad, así como la puesta en escena de cada obra de
teatro a la que asistimos, así como la profesionalidad de sus actores nos
hablan y muy bien del ser humano que, en muchas ocasiones es capaz de lo peor, pero
en otras, como esta, resulta admirable.
Un cuento de invierno nos
muestra cómo la derrota de un hombre muchas veces está unida a su propio deseo,
y en esta ocasión, sus celos son la excusa de una nueva muestra de inaceptable tiranía
por parte de aquellos que detentan el poder. Sin embargo, Shakespeare le da una
nueva oportunidad al hombre y a la vida a través del tiempo. El tiempo siempre
pertinaz y autoritario, se nos muestra aquí como juez y parte, pero sobre todo,
como sanador de las decisiones despóticas. El amor y su vertiente más oscura,
deviene en luz y perdón. Redención de los pecados que transitan por una
sencilla puesta en escena que quiere mostrarnos el teatro tal y como es, y en
el que incluso, se requiere de la participación de los espectadores. La bruma
silenciosa que rodea el escenario de La Nave73, se conjuga a la
perfección con ese intenso color rojo que representa el trono y la vida, la
pasión y la sangre, que nos recuerda lo débiles que somos, sobre todo, ante el
poder más absolutista y tirano. Hay mucha imaginación y acierto en este
montaje, pues como se nos recuerda en un momento de la obra: «¡qué es un sueño
sino un juego de la imaginación!». Esa es la propuesta de esta tragicomedia, la
narración de un cuento nacido de un niño, donde Carlos Jiménez-Alfaro en
todos y cada de su papeles está inmenso, pero si cabe, en esa acertada
representación del TIEMPO, es donde más resalte. Algo similar podría decirse
del resto del reparto, pues lo primero que habría que resaltar en todos ellos,
es su versatilidad para cambiar de registro en los diferentes personajes que
cada uno de ellos interpreta, aunque no se nos debe pasar por alto a Zaira
Montes con una gran Hermione;
una virgen en las tinieblas. Del mismo modo, que Paula Ruiz, en su papel
de Perdita representa como nadie la
virginidad y su pureza, con una expresión en su rostro y en sus labios muy
notables. O Rocío Marín, actriz de voz enérgica y potente, que transforma
en cómica en su magnífico papel de gañán, lo que nos habla de sus grandes dotes
interpretativas.
En definitiva, esta versión de Carlos
Martínez-Abarca de Un cuento de invierno de William
Shakespeare es una magnífica ocasión de contemplar en pleno siglo XXI,
una vez más, la intrínseca necesidad del ser humano de infringir las reglas, en
esta ocasión, tamizadas por el devenir de una actualidad que, en manos de los
actores de SioSi Teatro es muy recomendable.
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