Uno de los grandes desafíos del
ser humano es adivinar qué hay tras la muerte, y de paso, comprobar si son
ciertas todas las teorías sobre el túnel, la luz al final del mismo, etcétera.
Desentrañar ese enigma es tan complicado, o más, que adivinar la fórmula de la
Coca-cola. De ahí, que cada vez que alguien se lanza en la búsqueda de esa otra
realidad que existe tras la muerte, su aventura se convierte en la conquista de
lo imposible, al estilo de los viajes de Shackleton a la Antártida. En este
sentido, cabe apuntar que muchas veces se nos olvida que el hombre nace y muere
apegado a esa soledad universal que conllevan en sí mismos un nuevo
alumbramiento y una defunción, respectivamente. Ambas circunstancias vitales,
para unos, es el precio del pecado universal, y para otros, la consecuencia
natural del ciclo vital de la especie sin más. Sin embargo, siempre hay
alguien, que cuando se plantea ir en la búsqueda de aquello que no sabemos si
existe, lo hace desde lo más profundo de los sentimientos, y ese es el apoyo
que la autora de El faro de Umssola ha utilizado a la hora de intentar
desentrañar ese gran secreto, bucear en el interior del alma del ser humano y su
innata capacidad para sufrir, pero también para ser feliz. Sí, Anamaría
Trillo no se amilana ante esta magna aventura, y cual exploradora de
las palabras se interna en el más frondoso de los bosques donde reina la más opaca
de las oscuridades, y lo hace con la única idea de trazar una línea imaginaria
que nos lleve hasta el consuelo, de ahí el mérito que tiene su capacidad de dar
amor al ser humano. Esa especie de bálsamo, para curarnos el dolor que conlleva
la pérdida de un ser querido, la escritora madrileña nos lo aplica directamente
en el alma mediante el poder mágico de las palabras de los cinco relatos que
componen este El faro de Umssola que, como un criptograma, adoptan la forma
de mensajes, cuyos leitmotiv, van desde el consuelo del relato que da nombre a
la recopilación, hasta la venganza nerviosa de Conducir por la noche del relato que cierra el libro, pasando por
la indulgencia de Y ella dijo ven, la
desesperación de A tumba abierta y la
necesidad de vivir más de una vida de Donde
empiezan las circunferencias.
El faro de Umssola es un
conjunto de relatos que tienen varios puntos en común. Respecto de su aspecto
formal, el primero de ellos podría ser su extensión, que casi llega a la de la novela
corta, en cada uno de ellos, y que nos habla de esa necesidad de narrar de la
autora que, a través de un estilo directo en primera persona y un ritmo rápido
(a veces trepidante) nos traslada por todas y cada una de las desventuras a las
que tienen que hacer frente sus protagonistas masculinos, pues ese ha sido
también el punto de vista o la mirada que ha elegido Anamaría Trillo para dar
vida a sus personajes, el sexo masculino, que en no pocas ocasiones aparece
perdido y temeroso ante los enigmas de la vida. Otra de las características
comunes a todos los relatos es esa buena disposición de las metáforas y las
comparaciones que finalizan o se cuelan en mitad de una frase, jugando de ese
modo, a matizar o a pintar de color un sentimiento, un tormento o una fuga. Y
como corolario de todos ellos, esa necesidad de búsqueda de la esencia de la
vida que, en no pocas ocasiones, no somos capaces de admitir que se encuentra
dentro de nosotros mismos.
En palabras de la autora, el
primer relato titulado El faro de Umssola:
“es un lugar inventado, donde cada uno de nosotros encontraríamos el consuelo”.
Una aventura que su joven protagonista no duda en emprender huyendo de la luz y
refugiándose en la oscuridad de una noche húmeda por el agua del mar y el agua
de la lluvia que, como un líquido milagroso, limpia de miedos y sufrimientos el
alma del joven protagonista. El mar vuelve a ser el protagonista de Y ella te dijo ven, donde la autora nos
propone jugar a la ensoñación de los paraísos perdidos que solo existen en
nuestra imaginación, y que a veces, nos pueden resultar muy dañinos si nos
queremos colar por ellos a la hora de buscar una salvación que nos alejen de la
monotonía del día a día. Con A tumba
abierta asistimos despavoridos a esa concatenación de casualidades que nos
hacen marchar sobre la fina línea que divide al mundo real de ese otro que, por
macabro, no es menos corpóreo o contundente al que creemos ver o sentir,
dejándonos sumidos en la incertidumbre de las segundas oportunidades, esas que
tanto reclamamos en no pocas ocasiones a lo largo de nuestras vidas a través de
la expresión: Y si…, y si… Donde empiezan
las circunferencias (magnífico título) retrocedemos en el tiempo hasta
situarnos en las trincheras de La Gran Guerra; un espacio muy bien retratado
por la autora, y que en las manos de la escritora madrileña, se convierte en un
espacio de pesadilla, del que solo se puede salir mediante la resurrección, o
no, del protagonista, pues ¿cuántas veces nos planteamos que precisamos de al
menos dos vidas para poder llegar a vivirlo todo? El libro se cierra con Conducir por la noche, una pura
diversión contemporánea del hombre de hoy en día como figura estelar de la
esquizofrenia que nos asiste y sus múltiples contradicciones entre lo que se
desea y lo que en verdad se tiene, un espejismo, que en demasiadas ocasiones nos
hace olvidarnos de aquello que en verdad deberíamos ser o podríamos llegar a
tener, porque en verdad, ¿cuántas cosas nos resultan realmente necesarias para
poder vivir? Eterna pregunta que admite mil y una respuestas, casi tantas, como
esta aventura que es El faro de Umssola de Anamaría
Trillo que, con su mano de escritora valiente, nos ayuda a trazar esa
línea imaginaria que nos lleve hasta el consuelo.
Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario