Ya sé que es una tontería, y que
los números solo son materia fría que no sirven para nada más que saber lo
lejos o cerca que nos encontramos de esos secretos objetivos que nos fijamos en
la oscuridad de los deseos, pero llevo unos días alucinado con los guarismos
que veo en mi blog cada vez que entro en él a publicar una nueva entrada, o
post, como se le llaman ahora a esas velitas que en forma de palabras se
encienden de vez en cuando en las bitácoras que reinan en el mundo de internet,
pero como digo, no puedo dejar de sorprenderme cuando veo que llevo más de un
mes con más de 10.000 visitas mensuales en Fragmentos, una especie de puerta
abierta donde intento que me ilumine la luz de la cultura en general. Pero lo
que me sorprende más todavía, es que el prodigioso milagro de la informática me
vuelque datos que confirman que la mayor parte de los visitantes, y quizá,
lectores de Fragmentos, proceden caprichosamente de los EE.UU., Alemania y
Francia, y sus buscadores no son ni Google, ni Firefox, ni tan siquiera
Facebook. La duda, que no me asiste, y que tampoco quiero desentrañar, me hace
pensar que mis visitantes son parte de esa larga y espesa legión de jóvenes
españoles que han tenido que atravesar las fronteras patrias para buscarse la
vida o un sentido a tanto sinsentido lejos de casa, pero mi sorpresa es mayor
si cabe, cuando compruebo que reseñas que, un servidor, hace de poesía o teatro,
alcanzan la friolera de 500 visitas en el total de los canales en las que son publicadas,
dejando de ser las entradas de música, siempre más cercanas a la fiesta, y por
tanto, más proclives a recibir un mayor número de visitantes, las que se lleven
los laureles de los fríos números. No sé si estos datos son mera coincidencia,
o es que de verdad, de una vez por todas, las cosas están cambiando, o quizá sea
la soledad del expatriado la que une más por encima de cualquier otra consideración.
Sin embargo, algo ocurre cuando en un canal de ámbito internacional (cual no lo
es a día de hoy) se comparten mis artículos cerca de 4.000 veces en menos de
una semana, a mí, que cuando publico algo en esa ventana colectiva que es
Facebook nadie me hace un mísero comentario (lo que expresa muy a las claras mi
escaso poder de convocatoria). De ahí que uno comience a sospechar algo, cuando
alguien a quien no conoce se interesa por aquello que haces o escribes, y que
encima, quiere invitarte a seguir asistiendo a los espectáculos que programa
por el mero hecho de verte allí sentado, en una silla de la sala. O cuando se
queda con cara de haba, ante el comentario de un cantante que te mira extrañado
y sorprendido durante el concierto, ante la cantidad de notas que uno toma
cuando el otro no para de aporrear las cuerdas de su guitarra eléctrica.
Acertando o no, asumiendo errores
y críticas, más de 60.000 almas en todo el mundo cliquea al menos una vez en
los más de 2.000 artículos publicados en Fragmentos, de los que más de la
mitad son de mi propia autoría. Y por encima de todas esas numéricas
apreciaciones, lo mejor de todo, es que Fragmentos no es más que mi
particular escuela de escritura que, como tantas otras cosas en la vida, es y
será tan importante como yo mismo me proponga que sea o siga siendo.
Pido perdón, pero la nostalgia
del paso del tiempo me hace acordarme del principio. Todo empezó así, tímidamente,
un 20 de enero de 2009: "Con el año
nuevo yo también me he propuesto nuevas metas o nuevos objetivos. En este caso,
me he comprometido a escribir de forma habitual en el blog, con la esperanza de
que alguien por fin contacte, y que el mismo se convierta en un fluido canal de
comunicación (que esa parece ser la última razón de esta herramienta).
En uno de
mis primeros comentarios ya expresaba que no sabía muy bien cómo enfocar el
desarrollo de mis comentarios, y aún hoy, sigo sin estar muy seguro, pero quizá
lo mejor sea hacerlo de una manera natural y creo que la forma más interesante
sería vincularlo al ámbito cultural con pequeñas pinceladas personales, como
cuando nuestro interior se mueve con pequeños acontecimientos que no tienen por
qué ser importantes para el gran público".
A todos aquellos que me seguís
animando a seguir en esta especie de locura a la que no pocas veces no
encuentro ningún sentido: ¡GRACIAS!, simplemente por seguir creyendo que las
cosas distintas también tienen su pequeño lugar en el mundo.
Ángel Silvelo Gabriel.
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