Hay algo único y especial en este
conjunto de canciones que nos propone la francesa Stéphanie Cadel, porque su
propuesta musical es alegre, divertida —como de fiesta— con momentos brillantes
como la versión de Para ti de Paraíso.
Una combinación de estilos y ritmos en los que sus canciones se convierten en
verdaderos reyes-sol, pues todas ellas aceptan la luz como perfecta compañera de
viaje. Un viaje en el que hay globos aerostáticos enganchados a maletas que nos
invitan a perder el contacto de nuestros pies con la tierra firme, pues esa es
una de las cualidades de este Chanson du voyage, la de imaginar y
volar más allá de las letras y la notas de unas canciones que a veces nos recuerdan
a las melodías de los alegres años veinte, y otras rezuman una profunda
nostalgia de los mejores momentos de lo que en su día se llamó canción francesa
a secas, sin olvidarnos del jazz, el pop o el reggae, a las que todas ellas, Stéphanie
da una mano muy actualizada de ritmo y frenesí, pues otra de las características
de este disco es su multi-cacofonía (muy cercana en ocasiones a la de HATEM),
donde un gran número de instrumentos protagonizan la senda por la que se desplazan
estas composiciones sonoras que buscan no dejarnos indiferentes, como las
ilustraciones que adornan y acompañan a este cd, pues cada una de ellas por sí
misma ya nos invita al viaje. Canciones alegres, dinámicas y teñidas con la
pátina y el brillo del sol naciente, todo un espectáculo hecho música, y donde
el atrevimiento se respira en cada estribillo, en cada nota; todo un
descubrimiento.
Esta gran sorpresa musical
comienza con Elle peint y un murmullo
de naturaleza plena de pájaros, aguas transparentes y esas suaves sensaciones
que adornan al amanecer al que Stéphanie le pone una magnífica voz
aterciopelada y sensual; unas tonalidades que la acompañarán en una buena parte
de las canciones, lo que no le impide que más adelante, como una flor en
primavera, abra el registro de su voz para avivar los ritmos y los tiempos, a
lo que habría que añadir un clarinete muy respondón. Estupenda carta de presentación
que nos deja a las puertas de De ton
corps à mes failles, uno de los temas con más resonancias de los clásicos
de la música francesa, al que Stéphanie provee de un estribillo en
español: «El mar se quedó entre tu cuerpo y mis fallos/ ninguna brisa donde
agarrar mis manos», poético como pocos, pero que no le impide al resto del —La Caravane—
desenfundar sus dotes musicales. La fiesta continúa en Tes vins con un ritmo más rápido y festivo, si cabe, que nos invita
a bailar. Un ritmo que se suaviza en Plantes
Carnivores con un magnífico ukelele en la introducción del tema al que más
tarde se le une violín en esta especie de nana o canción que quiere
acariciarnos los sueños: «No es su aroma lo que nos cautiva, son sus espinas,
son sus espinas». Magnífica introducción de C'est
pour toi, una muy buena versión del celebérrimo Para ti de Paraíso, donde
el órgano y la voz de Stéphanie nos encandilan desde el
principio, propiciando esa nebulosa de los grandes momentos que tiene un disco,
y este es uno de ellos, por el estilo y el gusto con el que Stéphanie
Cadel et La Caravane han tratado este clásico del pop español de los
ochenta.
La caravane se inicia con un quejido de cuerdas que navega en esa
línea del desfiladero que, sin embargo, acaba en un club de baile donde las
parejas se abrazan, se separan y se interrumpen en un continuo sube y baja de
jazz teñido swing y charlestón; fiesta pura. Un nivel que baja con Le gréement, pues el grupo nos quiere
llevar hacia el terreno de las disputas sordas de dos amantes que se enfadan en
tono casi de tango, mezclado con unas gotitas de chanson du voyage, esas que nunca le faltan ni le sobran a este
grupo y su clarinete. Sonido que en Toi sigue
atenuado en esas suaves notas plenas de luz como si nos fueran traídas desde un
escenario en mitad de un parque. Algo de lo que también presume Tiempo vagabundo, un tema interpretado
de una forma muy sensual por Stéphanie, y donde ya atisbamos los
primeros matices más próximos al jazz; una sensación que en Forgot —otra gran canción— es mucho más
clara, y nos habla de esa majestuosa capacidad de metamorfosis de este grupo
que asimila ritmos y estilos musicales de una forma muy natural.
Hoy es una extraordinaria muestra de música de club de la mejor
calidad; una canción jazzie donde la voz de Stéphanie brilla con luz
propia, y en la que la levedad del órgano nos hace caer embelesados ante esta
sensación de placer desnudo que se nos muestra con una elegancia exquisita. It's never late es otra de esas composiciones
que nos invitan a soñar y disfrutar a partes iguales. Esta canción es una
magnífica muestra de un medio tiempo sensacionalmente cantado, interpretado y
resuelto, pues te invita a escucharlo una y otra vez sin parar, sin duda, la canción
del disco, y que por tener, tiene hasta unos efectos especiales de película en
la mejor onda de la música europea de los setenta. Y Frontière de cristal lejos de alejarse de estas pretensiones
estéticas y musicales, sigue con esa sensación tenue de brisa vintage que tan bien
le sienta a este grupo, que respira vitalidad y energía en cada nota musical
que ejecutan. Y como regalo Plantes
carnivores Dub, donde asistimos a un reggae de lo más sugestivo, por si
todavía nos quedaba alguna duda de la maestría musical de este grupo que, a buen
seguro, va a dar mucho que hablar, porque ha adoptado a la luz como perfecta
compañera de viaje.
Ángel Silvelo Gabriel.
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