El mercado editorial español ha vuelto a tener un comportamiento negativo en 2014. Las ventas realizadas por las librerías independientes asociadas a CEGAL ─que representan el 45% del total de los libros vendidos en España─ han bajado un 6’5% con respecto a 2103, con lo cual la caída supera el 40% desde que empezó la crisis en el año 2008. El futuro de la primera industria cultural del país es incierto y muchas empresas están en riesgo de extinción.
Cada día se cierran 2 librerías, sobre todo, las más pequeñas, ya que las grandes tienen más recursos para sobrevivir. Y aunque también se abren algunas ─226 el año pasado, frente a 912 que cerraron─, las que sobreviven lo consiguen porque se aprietan el cinturón… o hasta que a su propietario le llegue la hora de jubilarse.
Este fenómeno no afecta solamente a España, sino a la mayoría de los países llamados “ricos”. Por el contrario, en los países emergentes, el mercado del libro aumenta año tras año, al surgir una clase media con más recursos económicos que demanda libros para la educación y para el entretenimiento. El cuadro siguiente recoge el volumen de facturación de la industria editorial en los 10 primeros mercados del mundo, según el informe realizado por la IPA (Asociación Internacional de Editores) para el año 2013:
El primer país exportador de libros es Reino Unido ─aunque sus ventas al exterior en 2013 descendieron un 4% con respecto a 2012─, no sólo porque su mercado natural se extiende a todos los territorios de habla inglesa, sino porque cada vez existe más público que utiliza el inglés como segunda lengua. El segundo es Estados Unidos, con un incremento global del 7,2% (63% en el libro digital y 1,4% en el libro en papel). Y el tercer puesto lo sigue ocupando España, con un descenso del 5% en América Latina, que no ha podido ascender en el mercado norteamericano, a pesar de los esfuerzos realizados por las editoriales para atraer a los más de 50 millones de hispanohablantes que residen en su territorio.
Para intentar cambiar esta tendencia, la Federación de Gremios de Editores de España va a proponer al Gobierno un “Plan Integral para el Fomento del Libro y la Lectura”, con el fin de que “la sociedad tome conciencia del valor del libro como centro del conocimiento, la cultura y el ocio, estrechamente vinculados a la educación y al progreso humano”.
En un artículo aparecido en El País el 5 de febrero de 2015 bajo el título “Los editores españoles lanzan un SOS”, su autor, Winston Manrique Sabogal, ofrece unos datos que justifican la preocupación de una industria que, si fue boyante hace unas décadas, no ha sabido reconvertirse a tiempo y se asoma hoy a un abismo al que no debe precipitarse. Como dijo Daniel Fernández, nuevo presidente de la FGEE: “Si no defendemos el territorio en el que somos líderes, estamos condenados a ser colonizados cultural e ideológicamente”.
Se culpa a la crisis económica, se culpa a las nuevas tecnologías, se culpa a la competencia del libro digital ─que sólo representa el 3,7% de las ventas totales─, se culpa a la piratería. Es verdad que cerca del 90% del consumo cultural “online” en España es ilegal, pero su impacto en el mundo del libro es mucho más bajo. Se estima en 100 millones de euros el lucro cesante por efecto de la piratería, focalizado en la descarga de “bestsellers”. El informe de “El Observatorio de la Piratería 2014” ha contabilizado 335 millones de descargas ilícitas, cuyo valor hubiera incrementado en un 12% los ingresos del sector.
Las verdaderas causas del declive habría que buscarlas en otros parajes. En primer lugar, la industria editorial menospreció la irrupción de Amazon y el resto de tiendas digitales, por lo que reaccionó mal y tarde ante un modelo que reducía los costes de intermediación y ofrecía un servicio de entrega rápido y eficaz. Y en lugar de apoyar a su aliado tradicional ─el librero de toda la vida─, lo que ha hecho es abandonarlo, para aliarse con las grandes cadenas de distribución o lanzarse a la captura del lector y venderle el libro directamente. ¿Es posible aún regenerar ese tejido de librerías o estamos ya abocados a vivir en ciudades sin ellas?
En segundo lugar, la industria editorial nunca se ha preocupado de educar al ciudadano español en la práctica de la lectura. Ha pensado más en vender libros que en crear lectores. En las últimas décadas, nadie se ha acordado de formar a las nuevas generaciones en el valor de la cultura, del saber como instrumento para buscar la verdad… y encontrar la libertad. Nadie se ha interesado en inyectar a los jóvenes el hábito de leer, de inculcarles ese respeto a los libros ─incluso veneración─ que yo he percibido en mis mayores cuando era niño.
El 54’6% de españoles no lee nunca o casi nunca, revela la encuesta realizada en diciembre de 2014 por el CIS (pregunta 17). Estamos a la cola de Europa en hábito de lectura, tal y como refleja el cuadro siguiente elaborado a partir del informe “Special Eurobarometer 399” tras una encuesta realizada por la Comisión Europea en los países miembros de la Unión Europea en 2013, a la pregunta: “En los últimos 12 meses, ¿cuántas veces ha leído usted un libro”.
Este “Plan Integral para el Fomento del Libro y la Lectura” que se va a presentar al Gobierno pretende ─entre otras cosas─ recuperar el valor del libro como agente de progreso y mejorar la comprensión lectora de nuestros estudiantes… y también de nuestros docentes. El futuro de un país depende de la educación que reciban los jóvenes, pero ¿cree alguien que los dirigentes están por la labor? Los recortes presupuestarios que han adoptado no van en esa dirección y, cada vez, queda menos tiempo para rectificar. Si hay algo que debe preocupar a la ciudadanía es la escasa preocupación que manifiestan los políticos para planificar el largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario